A los 63 años, Carlo Petrini es una autoridad mundial en temas de alimentación y desarrollo de la agricultura tradicional, y el fundador y presidente de Slow Food, movimiento contrario a la globalización del paladar, que busca contrarrestar el vertiginoso mercado de la comida rápida, impedir la desaparición de las tradiciones gastronómicas locales, combatir la falta de interés general por la nutrición y las consecuencias de las elecciones alimenticias.
“El sistema actual es un sistema criminal porque destruye el medio ambiente, se aprovecha de los insumos locales de las comunidades en pobreza, produce un desperdicio que nunca antes en la historia de la humanidad se había visto, no respeta tradiciones, destruye poblaciones y roba el futuro”, afirmó Petrini en Bogotá, según la revista Semana.
El sociólogo piamontés Carlo Petrini fue uno de los promotores del Gambero Rosso, suplemento mensual del periódico Il Manifesto; luego escribió en revistas italianas especializadas sobre temas gastronómicos; en julio de 1986 fundó Arcigola, que el 09/12/1989 reorganizó en París, Francia, como Slow Food, movimiento que se contrapone a la estandarización del gusto y promueve la difusión de una nueva filosofía del gusto que combina placer y conocimiento.
"Para contrarrestar la fast food y la fast life, impedir la desaparición de las tradiciones gastronómicas locales y combatir la falta de interés general por la nutrición, por los orígenes, los sabores y las consecuencias de nuestras opciones alimentarias", prometió Slow Food, hoy con 100.000 adherentes en todo el mundo.
Slow food organiza algunas importantes ferias dedicadas a la alimentación: desde el Salón del Gusto, en el Lingotto de Turín (en años pares), a Slowfish, en Génova; y Cheese, en Bra (en años impares).
También la universidad de Ciencias Gastronómicas, en Pollenzo (provincia de Cuneo) y en Colorno (provincia de Parma), y su proyecto más importante: el Arca del Gusto (un censo de productos alimenticios locales amenazados de extinción).
Petrini estuvo en todas las noticias porque le ofrecieron el Ministerio de Agricultura en Italia. Petrini decidió ofrecer algunas conferencias en América latina. En Bogotá, Colombia, denunció a la industria alimentaria mundial como una “industria criminal”.
“Gastronomía no es solo el arte de producir a través del conocimiento de la comida ni de una estética que pueda transmitir placer. No son sólo recetas, recetas y más recetas”, afirmó Petrini.
Según él, todo eso es apenas 10% ó 15% de lo que es la gastronomía, “quien piense que es sólo eso, estará refiriéndose a una pornografía alimentaria”.
“Gastronomía es una ciencia compleja y multidisciplinaria que la academia se negó a aceptar durante años. Es holística y cuando hablamos de ella, hablamos de todo lo humano cuando se trata de comer. Es física, química, biología, genética, agricultura, historia, antropología, sociología, identidad cultural y aunque no lo crean economía política”, explicó.
Petrini asegura que quien domina el estómago tiene el poder: las guerras siempre han sido para conquistar tierras y apropiarse de lo que éstas producen.
“El 80% de las semillas en el mundo pertenecen solo a 5 multinacionales”, señaló, y aseveró que es tanto el control que las industrias alimentarias tienen sobre la producción agrícola que desafió con un experimento: compre semillas y siémbrelas en casa, luego intente sembrar las semillas de esos frutos: no crecerá nada, ¿por qué? Porque a la industria no le conviene que las comunidades tengan control sobre la producción.
Petrini va más lejos y dice, con resignación, que cuando la industria tenga el control total sobre la producción ya no existirá el campesino, ni el agricultor.
Por ese motivo insiste Petrini que la vida no puede ser propiedad de unos pocos. De hecho Slow Food reclama que se fortalezcan las producciones locales y así cada comunidad pueda tener “soberanía alimentaria”.
Hay 4 agentes de cambio con los que Slow Food considera importante trabajar: los indígenas, los campesinos, las mujeres y los jóvenes. “La gente que supuestamente está atrás en la escala social, será la que nos rescatará de la catástrofe cuando esta bomba explote”, concluye
Una mafia peligrosa
“El sistema actual es un sistema criminal porque destruye el medio ambiente, se aprovecha de los insumos locales de las comunidades en pobreza, produce un desperdicio que nunca antes en la historia de la humanidad se había visto, no respeta tradiciones, destruye poblaciones y roba el futuro”, afirmó Petrini en Bogotá, según la revista Semana.
Para Petrini la industria también es peligrosa porque está haciendo cada vez más infértiles los suelos y en los últimos 20 años se han usado más químicos que los que se usaron en los 120 años anteriores, es por eso que la tierra está “adicta”.
Como si esto no fuera poco, el presidente de Slow Food reveló que el 76% del agua en el mundo se usa para la agricultura de manera irracional. El sistema alimentario es injusto para quienes producen, para los campesinos.
“En 1950, Italia tenía un 50% de población campesina, hoy es solo el 3% y la mitad de esta última cifra son personas que ya tienen más de 60 años”.
“Es una mentira que los alimentos ya no contienen suficientes nutrientes y lo que hace el mercado en el caso de la leche, por ejemplo, es cobrarle más al consumidor por un litro con más vitaminas, más por una leche sin lactosa, mientras que los productores siguen recibiendo el mismo dinero inicial. En un futuro no vamos a comer computadores, la gente tiene que despertar, en últimas, tal como estamos, si usted quiere más nutrientes pues cómase la caja tetrapack porque la leche es solo agua”.
Desde 1900 hasta hoy, la humanidad ha perdido el 75% de su diversidad y la industria de alimentos solo privilegia las especies más fuertes. Petrini recuerda que cuando hubo una plaga que acabó con la especie de papa que se daba en Irlanda, se logró rescatar este alimento porque se utilizaron otras especies, pero si se descuida la diversidad y solo se fortalece la más fuerte, ya no habrá salvación.
El desperdicio es terrible: se producen alimentos para 12.000 millones de personas cuando la población es de 7.000 millones. Hay un excedente de 5.000 millones pero 1.000 millones de personas no comen y entre el 45% y 50%de la producción de alimentos se va a la basura.
A Petrini le aterra que un criterio para elegir la comida sea la estética: “Si una zanahoria no se ve simétrica, entonces no se compra, esa es una lógica nazi fascista. Con la comida ocurre como con las personas, sólo pasan los bonitos”.
Es importante destacar que ahora la población gasta más dinero en adelgazar que en comer. Para Petrini la ecuación es simple: “Mientras más se ahorre en comida, consumiendo hidropónicos y transgénicos, más se gastará en servicios sanitarios y de salud”.
Fuente: Urgente 24
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