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PODRIAN ENCONTRARSE SOLUCIONES EN LA LEY DE DESARROLLO DEL SUDOESTE BONAERENSE QUE, AUN HOY, ES INAPLICABLE

PODRIAN ENCONTRARSE SOLUCIONES EN LA LEY DE DESARROLLO DEL SUDOESTE BONAERENSE QUE, AUN HOY, ES INAPLICABLE

 

 

¿Cuál será el destino de Patagones? Hasta la NASA observa con  atención, mientras el gobierno nacional no brinda soluciones estructurales.

Planteado el fenómeno de la desertificación con mayor virulencia en los últimos meses, el debate ahora se centra respecto del futuro que le espera a un distrito cada vez más alejado de los sistemas productivos. Guillermo Rueda "La Nueva Provincia"

     Un reto el destino. No queda otra percepción que encomendarse a un diferente encadenamiento de sucesos que revierta lo que ya parece escrito.
     El avance de la desertificación, producto de la escasez de lluvias y la persistencia de fuertes vientos del noroeste en una zona que padece la peor sequía que se recuerde contemporáneamente, abre el debate respecto de cuál será su futuro (productivo).
     "Si un lugar está en emergencia durante diez años consecutivos, uno puede pensar que los parámetros climáticos han cambiado; ya no se trata de un fenómeno casual para un momento determinado", dijo el ingeniero agrónomo Ramón Sánchez, investigador de suelos y riego de la Estación Experimental Agropecuaria del INTA Ascasubi.
     "Si hablamos de años de emergencia y/o desastre, como sucede no sólo en Patagones, sino en gran parte de Villarino, se ratifica que el sistema se ha transformado en algo malo. No creo ser pesimista al decir esto, sino realista con la sucesión de hechos", agregó.
     "No podemos pensar en una región semiárida y seguir con el trigo, cuando en realidad hace una década que se está pidiendo la emergencia por desastre al Estado porque no llueve", explicó Sánchez, quien también es profesor adjunto de la cátedra de Hidrología y Riego de la Universidad Nacional del Sur (UNS).
     Si bien no es sencillo precisar cuándo empieza una sequía y, menos aún, cuándo termina, en Patagones muchos ya entienden que la desertificación llegó para quedarse.
     "Se ha alcanzado a un estado de gravedad tal, que no sé cuál será la venidera etapa, porque en realidad ésta es casi terminal", sostuvo.
     Según Sánchez, la región semiárida de Patagones, y aun Villarino, se encuentran en la última fase de devastación.
     "La etapa socioeconómica es la más grave", señaló.
     Las anteriores son la meteorológica, por la falta de precipitaciones, y la hidrológica, en la cual los ríos y los lagos se comienzan a secar y padecen la falta de agua.
     "El período actual, que es transversal a todos las demás, incluye a los asentamientos humanos, sobremanera de las grandes ciudades donde, comercialmente, se absorbe el impacto de la sequía. Es lógico que el productor no pueda quedarse en un lugar donde no hay producción y avanza un fenómeno de catástrofe ecológica", detalló.
     Sánchez aseguró que, en lo ambiental, se necesitará de un período prolongado para la recuperación.
     "No va a ser fácil; y el tema excede a las lluvias", comentó, para agregar que este momento no registra antecedentes.
     "La única comparación se podría hacer con la sequía de 1962, pero no para el caso de Patagones, que es extremo", dijo Sánchez.
     "En el mapa de las isoyetas históricas se observa que los 700 milímetros (anuales) están en la montaña, al pie de las sierras, pero que comienzan a disminuir hacia Patagones hasta llegar a los 350 milímetros. El proceso de escasas lluvias se acentuó en este sector arídico", manifestó.
     Una de las eventuales soluciones podría encontrarse en la Ley de Desarrollo del Sudoeste Bonaerense, sancionada hace más de dos años para tratar, en particular, la problemática de la región.
     "La ley está vacía de contenido", aseguró Sánchez.
     "No se ha permitido, supongo que por falta de financiamiento, poner en marcha planes que podrían mejorar, atenuar o morigerar lo que sucede en la zona de Patagones", agregó.
     También dijo que dicha disposición contiene programas para forrajes, forestación y cultivos alternativos como el olivícola, entre otros proyectos, que necesariamente requieren de un soporte económico para poder ser lanzados.

Recuperación.
Respecto de planes para la recuperación del suelo, Sánchez comentó que hay que pensar en un programa forestal, porque se trata de una actividad semipasiva, no exige remoción permanente ni requiere volúmenes importantes de fertilidad.
     "También podrían implementarse pasturas permanentes, que tampoco requieren remoción de suelos todos los años", agregó.
     "A esto debe sumarse la implementación de labranzas conservacionistas para tratar de concientizar sobre sistemas de mínima remoción, así como buscarle la vuelta a la siembra directa", comentó Alejandro Pezzola, del laboratorio de Teledetección y Sistemas de Información Geográfica de la Estación Experimental Agropecuaria del INTA Ascasubi.
     "Degradar un suelo, ya sea antrópico y ambiental, es fácil; se hace en un período muy corto, de un año para otro, con escasas precipitaciones y un aumento marcado de los vientos", indicó.
     "Pero una eventual recuperación es muy lenta. Se debería dejar el campo quieto y hacer otro tipo de labranza; y no sólo va a depender de que llueva. Cada zona, en especial la nuestra, necesita un traje a medida. Sabemos que estamos en una zona semiárida y no vamos a pasar a una región húmeda porque sí", sostuvo Pezzola.
     "Igualmente, en todos los casos estamos pensando en el desarrollo de planes de riego con la cuota parte del río Negro que le corresponde a la provincia de Buenos Aires", aclaró Sánchez.
     El proceso de desertificación en la zona de Stroeder, por ejemplo, fue tan vertiginoso que el 31 de marzo de 2004 llovió 127 milímetros y, con una frecuencia inusual, siguió una etapa húmeda durante ese año. En 2005, incluso, se produjeron cosechas de hasta 1.600 kilos de trigo. El cambio llegó luego.


La NASA observa el proceso con atención

     "Las imágenes satelitales son herramientas que indican qué está pasando y, con una predicción de lógica, qué puede pasar en lo sucesivo", dijo Alejando Pezzola, quien trabaja con Cristina Winchel en el laboratorio de Teledetección y SIG del INTA Ascasubi.
     Ambos analizan las imágenes que capta la NASA (Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio de los Estados Unidos), un organismo que sigue con detenimiento lo que sucede en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires.
     "Lo que muestra la NASA es muy grave respecto del distrito de Patagones. Con velocidades moderadas (de vientos) ya existe mucho movimiento de suelo y eso se advierte claramente en las imágenes satelitales", aseguró.
     "Es algo que tiene mucha fuerza", comentó.
     Aclaró Pezzola que, si bien es cierto que en los artículos de la NASA no se dan precisiones en cuanto a las características de los cultivos que aquí se realizan, lo que sucede en Patagones se compara con tormentas de arena en el Sahara o de eventos puntuales en la Siberia.
     "Esto es un llamado de atención, porque algo semejante no sucede en ninguna parte del mundo y por eso ellos pretenden documentarlo", dijo.
     El especialista dijo que con las imágenes se observó cómo fue evolucionando la sequía y cómo afecta a casi todo el partido.
     "Hubo un período de seca a principios de año (por 2009); algo de agua a fines de abril, casi 30 milímetros. Aquí, la imagen satelital sucesiva de mayo mostró la respuesta del suelo, es decir, todos salieron a sembrar esperando más precipitaciones... Pero no llovió más", comentó.
     El distrito de Patagones posee cerca de 1.200.000 hectáreas, de las cuales 500.000 (42%) se encuentran en estado terminal, según han estimado los propios productores.

Diferenciación.
Pezzola sostuvo que Patagones, y aun gran parte del distrito de Villarino, tienen una problemática diferente y así se los debe segmentar. Y dio un ejemplo.
     "El mejor trigo de cualquiera de estos dos partidos es el peor de Tres Arroyos", dijo.
     Actualmente, gran parte de la tierra de Patagones se encuentra en una fase que los técnicos denominan de "pavimento".
     "En los períodos de seca comienza la erosión eólica. Lo primero que se van son las partículas pequeñas, como la arcilla, el limo; es decir, la materia orgánica en sí. Lo que queda son granos de arena, que vuelan en forma permanente y nada los sujeta al suelo", explicó Sánchez.
     "Nosotros lo llamamos `pavimento' porque sólo quedan las piedras, como si fuera el preparado ideal compactado del terreno para hacer una ruta", expresó.
     "La precipitación es la que termina de desarrollar el suelo, ya que es uno de los factores formadores. Ante un clima más adverso, es natural que el suelo tenga menos desarrollo", comentó Sánchez.
     "Los suelos de Patagones y de Villarino son jóvenes, aunque no evolucionados", acotó Pezzola.
     "En la Pampa Húmeda se observan tres capas bien desarrolladas, como si fuera una familia de horizontes, pero acá es muy sencillo: está la de arriba; una `C', que es una intermedia que no se sabe dónde empieza y dónde termina, y otra `C', que se encuentra debajo del material originario. En Patagones estamos a mediados de la `C", dijo.
     "Al no haber lluvias y al volar gran parte de las partículas, lo único que le queda al suelo para mantener su capacidad de almacenamiento es el agua retenida por una cuestión de tensión superficial", sostuvo.
     "Así, la humedad sólo se mantiene por los poros grandes pero, como tienen escasa retención, se evapora enseguida porque el viento la seca", comentó el investigador del INTA.

Arado y herramientas.
Al terreno actual también se lo llama piso de arado, por la herramienta utilizada y por la distribución textural. A propósito, el ingeniero Sánchez hizo comentarios acerca de lo que pasó en el distrito de Patagones.
     "Los suelos poseen menos tierra orgánica, menos oportunidad de desarrollo, se vuela más fácil y poseen un porcentaje de agregación inferior. ¿Por qué? Porque han sido intensamente removidos por la colonización original que pretendía hacer trigo y desmontó el 70 por ciento del área natural", indicó.
     Recordó Sánchez que un trabajo realizado por el INTA Ascasubi hace algunos años en la zona de Stroeder, concluyó que la herramienta utilizada allí era inapropiada.
     "Se habían importado arados de rastra o de discos de la zona húmeda, cuando esta región no lo es. Aquí se debería haber utilizado el cincel, porque no invierte el pan del suelo, sino que corta sin remoción y, por lo tanto, no existe dispersión de partículas", relató.
     "En esa época el fósforo existente era de 40 partes por millón en la zona del monte contra 10 partes en el área trabajada. Lo mismo con la materia orgánica, con valores del 2% en el monte y 0,6% en la parte agrícola. Esto, naturalmente, se ha profundizado y la pérdida es mayor", aseveró.
     Más allá de que la desertificación se produce en áreas de desmonte, lo cierto es que las pocas hectáreas que quedan con vegetación también se están cubriendo de arena.

Fuente: la Nueva Provincia

 

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