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El TVR de las encuestas

El TVR de las encuestas

Elecciones


Otra vez, las mediciones preelectorales son protagonistas. Y también los encuestadores. Aciertos y fallos de las nuevas celebrities políticas.

Por Sebastián Catalano

¿Alguna vez le hicieron una encuesta preelectoral? A mí no. Nunca. Le pregunté a mi familia cercana. Nada. En persona consulté a unas 15 personas, entre amigos y compañeros de trabajo. No. Asombrado, puse la pregunta en mi Facebook y envié un mail colectivo con la inquietud. Respondieron 62 personas. En total fueron 78 votos: 74 por el “no”, 4 por “sí”. Sólo a poco más de un 5 por ciento de mis consultados, todos de Capital Federal y Provincia de Buenos Aires, todos mayores, los consultaron alguna vez hasta el momento. ¿Poco? ¿mucho? Quién sabe. Se trata de una  encuesta casera, nada representativa. Nada que ver con las otras, las que realizan las consultoras para los partidos políticos y el Gobierno, esas mismas que puede salir hasta $ 60.000 y por las que se desviven todos los candidatos, sin una sola excepción. 

Las encuestas son un tema excluyente de las últimas campañas electorales y, con los  encuestadores, juegan, cada vez más, un fuerte rol mediático. Ponen la cara y su prestigio y, aunque su trabajo está muy bien remunerado, están expuestos a un descrédito que va en aumento. Si bien algunos se “queman” para siempre, la mayoría sabe salir indemne de sus guarismos, por más disparatados que puedan ser. El primer grupo, el de los quemados, es a grosso modo unipersonal. Allí todos ubican y recuerdan a Javier Otaegui, el encuestador estrella de Hora Clave en 1993, el mismo que juraba a Mariano Grondona que en la provincia el radical Federico Storani le ganaba a Alberto Pierri, del PJ. Fue al revés y Otaegui colgó para siempre las planillas. Desde entonces, se sabe que, por más que paguen, los que encargan las encuestas pasan y los encuestadores quedan.

Del otro lado, el votante. ¿Sirven para algo esos resultados, influyen en alguien? Oscar Valdemoros, politólogo de la Universidad Nacional de San Juan, afirma que las encuestas sirven sólo al político y duda de los motivos por los que se publican las cifras. “Aparecen para marcar tendencias. Acá es donde hay más chances de que las encuestas sean inventadas, que se hagan desde la casa. Después, cuando se acerca el momento de la elección, empiezan a ser más certeras, en parte porque más votantes se decidieron y en parte porque ningún encuestador quiere rifar su prestigio”, se sincera.

Según el relevamiento de un diario, el Gobierno nacional gastó en los últimos tres años unos $ 6 millones en encuestas, poco más de la mitad estuvo destinado a la consultora CEOP, de Roberto Bacman. “Tito” Bacman desbancó a Artemio López, de Equis, como preferido de los “K”. Otros contratados por el Gobierno son Doris Capurro (Ibarómetro), Enrique Zuleta Puceiro (OPSM), Ricardo Rouvier S.A. y Opinión Autenticada. Analogías, de Analía del Franco —algo distanciada ahora de la Rosada—, trabaja para la gobernación de Buenos aires y un “histórico”, como Julio Aurelio (Aresco) lo hace para PRO. Poliarquía, que publicó la primera encuesta en La Nación en la que Francisco De Narváez superaba a Néstor Kirchner, es el gran “enemigo” para el Gobierno. Y la de los encuestólogos es una historia de amores y odios. Zuleta Puceiro y Aurelio fueron socios, hasta que se pelearon. Bacman es el “jefe” virtual de todos los encuestadores que contrata el Gobierno y baja línea, con los evidentes roces y malhumores que esto ocasiona entre sus colegas.

Según la opinión general del mercado, Manuel Mora y Araujo es el más respetado. “Íntegro”, como lo definió “off the record” uno de sus competidores, Mora y Araujo acertó con bastante precisión los resultados de las últimas elecciones, aunque concedió algunos puntos menos a Mauricio Macri cuando ganó la jefatura porteña, en 2007 (casi todos sus colegas también lo hicieron), y aseguró que Hermes Binner le ganaba a Jorge Obeid, en Santa Fe, en 2003. “La mayoría de los relevamientos serios no se publica, son para que los candidatos, los dirigentes y las empresas tomen decisiones. Nadie paga varias decenas de miles de pesos para que le den información falsa”, afirma el encuestador.

¿Qué pasó en las últimas elecciones con los oráculos preelectorales? En 2007, cuando Cristina Kirchner llegó a la presidencia, casi todos los encuestadores la daban como ganadora en sus últimas mediciones. Claro, algunos exageraron un poco. Ricardo Haime, por caso, le dio cuatro más puntos de los que finalmente alcanzó (45,29%).

Opinión Autenticada, consultora que se había hecho célebre un año antes por anticipar el resultado adverso a Carlos Rovira en Misiones, erró en Capital cuando dio ganador a Jorge Telerman frente a Macri y vaticinó un ballotage presidencial que nunca existió. También apostó a Telerman, y perdió, Management & Fit, la consultora del ex secretario de Medios de Carlos Menem, Guillermo Seita, una firma con mucha exposición en estas legislativas.

En 2005, nadie dudaba: Cristina ganaba la senaduría bonaerense por “robo”. La discusión fue si sería por 20 ó 25 puntos. Fue por poco más de 25, y Analogías fue la que más se acercó. Ese año, pocas de las mediciones finales daban ganador a Macri como diputado nacional por Capital. Zuleta Puceiro y Romer vaticinaron que la “favorita” era Carrió, Mora y Araujo habló de “paridad” entre ambos candidatos y el CEOP, de Bacman, aseguró que Carrió ganaba por casi dos puntos. Julio Aurelio dijo que ganaba Macri por 4,5 puntos. Finalmente, el ex presidente de Boca ganó por 34% contra 22% de la entonces líder del ARI.

En las presidenciales de 2003 el gran tema para los encuestadores fue quién entraba al ballotage. Para muchos eran Menem y Kirchner, como finalmente fue. Pero hubo un candidato que puso todas las fichas a Ricardo López Murphy: Julio Aurelio. En una charla en la UCA, dijo que el candidato protagonizaba un ascenso “fulminante” y que podía hasta ganar la elección, incluso en primera vuelta.

Zuleta, Del Franco, Mora y Araujo, Romer y Rouvier pronosticaron que Menem se impondría en la primera vuelta. Artemio López vaticinó un “empate” y Haime, Rosendo Fraga y Catterberg y Asociados dijeron que el “pingüino” podría obtener algún punto más que el riojano. Claro, todos coincidían en que en la segunda vuelta el ganador sería Kirchner.

La otra legislativa “trágica” para los encuestadores fue la de 1997, cuando Graciela Fernández Meijide le ganó a “Chiche” Duhalde en la provincia por 7 puntos (48,3 contra 41,4). En las encuestas previas, Bacman, Haime, Romer y Rouvier y otros daban ganadora a la esposa de Eduardo Duhalde, pero la tendencia se fue revirtiendo a medida que se acercaba la fecha. Artemio López, sin embargo, dio su primer “batacazo”, asegurando de entrada que se impondría la candidata de la Alianza. En la recta final, el único que se mantenía en su postura era Aurelio. Un día antes —un sábado, y quebrando la veda electoral—, La Nación publicó los nuevos número del encuestador. Así zafó del papelón.

“Muchas razones pueden ser los motivos de desacierto: los ya habituales cambios de voto en las últimas 72 horas, que se haga manifiesto el voto in péctore, o que la gente mantenga la actitud de duda”, asegura Aurelio, y afirma que en estas elecciones se advierte mucha volatilidad en la intención de voto. “Puede haber también errores metodológicos, muestras insuficientes. A veces cosas más lamentables profesionalmente: está de moda incorporar los resultados de una encuesta como si fueran de campaña, se busca cualquier artilugio para que la encuesta no sea un termómetro de la realidad sino que apuntale la campaña”.

Doris Capurro, que desde hace dos años está al frente de Ibarómetro, asegura que es vital el momento en que se realiza la medición. “En España pronosticaron un triunfo de Aznar y ganó Zapatero. ¿Estaban mal las encuestas? No. Pasó el atentado de Atocha. La realidad hasta último momento puede cambiar el panorama. La segunda razón es la muestra. Es imprescindible tener una buena representatividad de la población”, comenta.

Hoy, en Buenos Aires, parece haber paridad, más o menos. Según  Poliarquía, De Narváez, mantiene una ventaja de 2,5 puntos (32,5 por ciento contra 30 de Néstor Kirchner). Isonomía, que trabaja para Unión-PRO, asegura que la ventaja para su cliente es de 3 puntos. Bacman, por su parte, dice que los guarismos son: 34,6 por ciento para Kirchner y 27,1 para De Narváez. Management & Fit, Opinión Autenticada y Rouvier también dan ganador a Kirchner. En Capital, se impone  Unión-PRO, con Gabriela Michetti a la cabeza, por amplia ventaja.

Carlos Reutemann confía en sus encuestas. Ricardo Alfonsín anunció un “festival de encuestas falsas”. Daniel Scioli confiesa que no las mira mucho (las de él), pero cizañea a De Narváez diciendo que todas las encuestas subestiman al radicalismo. Y en el búnker “K” comentan que no muestran mediciones positivas para que Kirchner no se “desboque” en la última semana. Según las encuestas y los encuestadores, todos ganan. Después se vota, se las critica un poco y todo vuelve a empezar.

 

 

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